martes, septiembre 02, 2008

El Sexo Oculto

¡Qué fácil ha sido ignorar la sexualidad femenina durante siglos! Pareciera que la naturaleza nos jugó una mala pasada, cubriendo nuestra sexualidad con un manto de misterio que se mantuvo inamovible durante miles de años. Un misterio que envuelve tanto a hombres como a mujeres, porque lo cierto- y quizás lo más grave- es que muchas mujeres saben tan poco sobre sí misma como sus compañeros.
Razones sobran. La más obvia es – sin duda- la biológica. A diferencia de los genitales femeninos están ocultos, y bien ocultos.
Esta características se manifiesta de manera rotunda desde el momento mismo del nacimiento cuando el médico o la matrona mira al recién nacido y anuncia “¡tiene pirulín, es niñito”! o, simplemente, “¡es niñita!”.
Desde ese instante, un conjunto de realidades de la sexualidad masculina quedará para siempre a la vista y se hablará de ellas en los más diversos tonos. Las verdades de la sexualidad femenina, en cambio, permanecerán escondidas y silenciadas. Porque el sexo de la mujer no sólo está oculto de los demás, sino también de sí misma. Las niñitas no pueden ver sus propios genitales, pero observan con absoluta facilidad los órganos de sus amiguitos.
La idea de que los hombres tienen sexo y ellas no, se apodera de las mujeres desde muy pequeñas, con todas las consecuencias que esta percepción tiene en su desarrollo futuro.
Mirar y examinar el propio pene no tiene una mayor complicación y puede hacerlo hasta el niño más pequeño. La mujer, en cambio, tiene que buscar para descubrir su sexo. Debe abrir las piernas, ayudarse de un espejo y, sobre todo, debe dotarse del valor necesario para explorar zonas profundas sin sentir que está curioseando indebidamente en su intimidad. Indagar en la propia intimidad no es tarea fácil. Menos en sociedades en las que hablar de sexo es mal visto o está simplemente prohibido.
Sin un pene que se manifiesta elocuente, muchas veces es más natural y sencillo ignorar la propia sexualidad que intentar descubrirla. Existen innumerables mujeres que jamás han mirado sus genitales. ¡Que fácil, resulta olvidar ese sexo que se vuelve insondable en una anatomía laberíntica y esquiva!
Ante la complejidad de dicha exploración, se van acumulando temores, dudas, candores, vergüenzas, pudores, todo un conjunto de emociones y sentimientos, que serán determinantes en nuestra conducta sexual.
La fuerza de lo oculto- unida a factores religiosos y culturales- se arraiga de tal manera que, aunque sus genitales no están a la vista, rápidamente las niñitas comienzan a taparse y a dejar de exhibir el cuerpo, incluso cuando están entre ellas. Por el contrario, los hombres aprenden a lucirlo y a compararlo con el de sus pares.
No hay que pensar, sin embargo, que la sexualidad visible de los hombres no conlleva mayores complicaciones. Por el contrario, durante la adolescencia esa exhibición es fuente de tremendas angustias al comparar tamaños y formas.
Presionado por la apariencia, el rendimiento y el desenfado de su fisiología, el hombre jamás podrá ocultar lo que está sintiendo ni lo que está ocurriendo en su sexo. NI sus genitales ni sus orgasmos podrán pasar inadvertidos.
La mujer, con su sexo inescrutable, puede perderse en el recato, vagando por un camino equivocado tanto de la anatomía como de las emociones. Ni sus genitales ni sus placeres serán ostensibles.
¿Cuántos hombres y cuántas mujeres no saben, por ejemplo, que la vagina es distinta a la uretra? Sorprende el gran número que cree que las mujeres orinan y hacen el amor por el mismo lugar, por el mismo hoyito.
Eso sería, después de varias semanas de silencio, esta Necia a regresado, para hablar del sexo femenino... preparanse, porque esto tiene para rato.