martes, mayo 27, 2008

A tomar se ha dicho!!!


A veces, tomamos. Desde la hora de almuerzo si acaso ese día decidimos matar las obligaciones y entregarnos a la conversación inútil, la mejor de todas. Tomamos para reponer la saliba gastada en ideas peregrinas y también para emborrachar esas pocas ideas severas que de pronto nos endurecen la cabeza. Cuando el peso de las cosas cotidianas se nos hace insoportable, tomamos, y cuando sentimos que la rutina está a punto de secarnos el alma, nos allegamos a una mesa vacía en cualquier bar, y esperamos impacientes que llegue un cantinero a regarla. Entonces hablamos de libros, de chismes, de películas y política, pero a medida que nos vamos perdiendo en la noche del alcohol, como una manera de reencontrarnos, empezamos a hablar de nosotros mismos. Confesamos lo inconfesable y hacemos a un lado la compostura; no faltan los que lloran toda su ridícula hombría, y lavados por esas lágrimas borrachas se transforman en ángeles de carne y hueso. Chorreamos fracasos, derrotas, dolores y gorreos, y nadie se ríe de la desgracia ajena, porque cada uno sabe que esa desgracia no es nada comparada con la propia, pero igual seguimos brindando.

A esa hora, las copas ya no son copas, sino pequeños mecheros, y como si repentinamente adivináramos nuestro propio entierro, recitamos a Omar Khayyam: "¡ah, gocemos, ávidamente, de todo lo que pueda brindar la vida, antes de que también nosotros descendamos bajo el polvo! ¡polvo vuelto al polvo y, bajo polvo, yacer, sin vino, sin canciones, sin mujeres y sin fin!".

Otras veces, en cambio, es un encuentro inesperado el que nos lleva a tomar, y, en esos casos, es para no perder la sorpresa que empinamos los vasos repletos de anécdotas, y haciendo a un lado la contingencia, nos sumergimos en los recuerdos "¿ te acuerdas que la última vez que nos vimos...?" Y casi siempre lo que empezamos contando tiene algo de mentira..., hasta que la verdad nos asalta. Reímos todo lo que podemos, pero en ocasiones la rabia se apodera de nosotros, y cuando esto sucede ya no hay quién domine a la bestia que la sobriedad mantenía atada. "te acuerdas que la última vez que nos vimos, ¡mierda! me dijiste que..." y entonces comienzan largas discusiones destinadas a aclarar las cosas, pero esas cosas lejos de aclararse se van sumergiendo en una nube que las extravía, y que, sin entender cómo, acaba por desaparecerlas. No es raro ver saliendo de un bar, abrazados, a los mismos borrachos que minutos antes se insultaban.

Pero hay borrachos y borrachos, y entre ellos algunos verdaderamente desesperados. Esos no toman por amistad, ni beben versos, ni se divierten desvariando. Muerden la boca de las botellas buscando el pecho de sus madres muertas y pierden la conciencia para encontrar un poco de paz. No faltan los que beben de frío, ni los que lo hacen por soledad. "¡Embriagaos!, parecen gritar ellos, "para olvidar".

miércoles, mayo 21, 2008

La Superwoman (III Parte)

En los '80, la autoayuda, con su anclaje en la psicología express, nos reordenó la cabeza en otra dirección. Si algo andaba mal (ningún amor, demasiado amor, hijos conflictivos, jefes despóticos) las únicas responsables éramos las mujeres. ¿Por qué nos va como nos va? Este camino de autorreflexión se limitaba a detectar el error - ¿una condición natural de la mujer?- y corregirlo.
Corregirlo era aprender estrategias, trucos y secretos, apelar al poder de la voluntad y ver cómo se reacomodaba todo a nuestro alrededor. Si algo le pasaba el resto de las mujeres, y sólo allí estábamos hermanadas, era una falla, una suerte de defecto de fábrica que debía ser subsanado.
A nosotras, indica la autoayuda, nos corresponde curarnos de la adicción al amor, nos toca rehacer la vida amorosa junto a un hombre extraordinario (si no lo es, hay libros que explican cómo seguir la relación a pesar de ello), nos cabe el esfuerzo de mantener la pasión en un matrimonio de más de 10 años y convivir con hijos adolescentes y salir airosas.
A lo sumo: un inventario ("guía práctica", en la jerga de las revistas para mujeres) de yeites y tretas para sobrellevar la condición femenina, más o menos inmutable desde el tiempo de las bisabuelas, a la que se le han sumado los imperativos de la vida moderna: la carrera, el body building, la tarjeta de crédito, el orgasmo, tal vez un amante, un segundo o tercer matrimonio, el ácido glicólico. Como diría la filosofa española Celia Amorós, "que el oprimido se busque sus trucos".
Promediando la década, la soltería de las mujeres se convirtió, para los medios, en mujeres solas. Ni raritas ni modistas de santos. Un fenómeno sobre el que hablaron diarios y revistas hasta la fatiga y que prosiguió hasta los primeros años de los '90: las chicas cuya preocupación primordial era la carrera se mostraban poco interesadas en formalizar.
Las primeras moralejas sobre una opción que no incluía el tópico matrimonial no tardaron en llegar: el mundo público nos igualaba a tal punto que competíamos con varones en las estadísticas de enfermedad.
Un médico, James Lynch, autor del libro " El corazón roto: consecuencias médicas de la soledad", nos visitaba para contarnos:"las mujeres, al trocar su rol en la sociedad, caen en buena parte en los patrones de defensa, caen en buena parte en los patrones de defensa que marcan el comportamiento de los varones".
El precio que se paga por el progreso: el eslogan intentaba señalar que el camino correcto era el de progreso a casa. Soledad, cansancio, riesgo cardiovascular, de 4 personas que toman psicofármacos, 3 son mujeres. ¿Qué más? El estrés se volvía femenino. Las mujeres competíamos con los varones en las enfermedades tradicionales. Como una verdad sin mácula, se decretó una suerte de fracaso, un traspié al estilo de estar a metros de la cumbre y claudicar.
La pintura de un mundo hostil en el que nos habíamos impuestos pero donde no éramos del todo bienvenidas imprimió la pregunta clave que empezó a repicar en los medios ya bien entrados los '80: haber avanzado ¿nos ayudó o nos condenó? Responderla fue relativamente sencillo. El nuevo orden necesitaba mujeres adaptadas.
Y fabricó los cimientos de la mujer light.
Eso sería en esta oportunidad, estos textos estan dedicados a todas y cada una de las mujeres que a diario libran la batalla. Será hasta la próxima. Opinen con cariño y respeto.

martes, mayo 06, 2008

El Himno: Sober

Tool, para mí es la mejor banda que existe en el mundo, ellos cambiaron las coordenadas en las que escuchaba música, alteraron mis sentidos y produjeron una serie de nuevas sensaciones. Son mi Banda Favorita y Sober uno de los temas regalones, no sólo por una cuestión de gusto por el copete, sino que por su exquisita letra y música: como Maynard, genio y figura dice, "¿Porque no podemos beber por siempre?".




There's a shadow just behind me,
shrouding every breath I take,
making every promise empty,
pointing every finger at me.
Waiting like a stalking butler
who upon the finger rests.
Murder now the path called "must we"
just before the son has come.
Jesus, won't you fucking whistle
something but the past and done?

Why can't we not be sober?
I just want to start this over.
Why can't we drink forever.
I just want to start things over.

I am just a worthless liar.
I am just an imbecile.
I will only complicate you.
Trust in me and fall as well.
I will find a center in you.
I will chew it up and leave,
I will work to elevate you
just enough to bring you down.

Trust me.

Mother Mary won't you whisper
something but what's past and done.

Trust me.

I want what I want.

jueves, mayo 01, 2008

De los ' 60 hasta hoy (II parte)


Ninguna quemó, en realidad el corpiño. Apenas fue una versión períodistica. Año 1968, se elegía Mis América y un grupo de mujeres tiró a la basura los símbolos de una femineidad inequívoca: Fajas, corpiños, pestañas postizas. Sin embargo, la foto bien pronto se convirtió en un tópico: la liberación iba de breteles y tazas. Un claro ademán de convertir uno de los tantos gestos políticos de las chicas de entonces en el desplante de unas cuantas renegadas.

La década había asistido a lo que se conoció como la segunda ola femenista. Con intensidades y direcciones diversas, se forjó y produjo un movimiento que cuestionaba, entre otras cosas, el lugar de la mujer en las tradiciones legales clásicas y el imperativo biológico de la maternidad. La píldora evitaba embarazos no deseados y hacía añicos el maridaje del sexo con la reproducción. Ya casi no había que pelearse con bedeles para entrar a una biblioteca universitaria.

Había llegado el tiempo de adueñarse de la propia historia y hacerla visible. ¿No era eso un escándalo? Las razones que sostenían al mundo privado como nuestra única opción asomaban al mundo público. Y para ser discutidas, en el mejor sentido de los trapos al sol.

Si en los 50 Doris Day - chica ligth, si las hubo, en sus respetidas versiones de la esposa satisfecha- encarnaba el valor supremo de la femineidad, había llegado la hora de alterar el clásico reparto de otorgar la calle a los variones y el reino del hogar a las mujeres. La segunda ola, nombre que recibió aquella formidable agitación, fue el renacer de luchas iniciadas en el siglo XIX, con el reclamo por la ciudadanía (queremos votar) y de muchas otras luchas anteriores. Qué fue si no la "querella de las mujeres" en pleno siglo XIV; tratando de convencer a la Europa culta de que estábamos a la altura de los varones.

Trasponer los umbrales de la casa fue el primer paso para la transformación. A lo largo de los años '70 el terreno conquistado se hizo tangible, traducido en leyes y declaraciones que más allá de meros formalismos pusieron en negro sobre blanco la raíz política de la ecuación varones en el mundo /mujeres en el hogar. La naturaleza no era la madre de este borrego.

También en los '70 el Diccionario de la Real Academia incorporó palabras como "arquitecta", "ingeniera", "arqueóloga", "senadora".

Los debates sobre igual salario, aborto, patria potestad compartida o violencia familiar se daban, más o menos vociferados y con diferente repercusión en Irlanda, Italia, España, Estados Unidos, Alemania. En Argentina, el grupo fundado por María Luisa Bemberg UFA (unión Femenista Argentina), volanteaba contra la prohibición, en el '73 , de la venta libre de anticonceptivos. Mejor ni mencionar el caso chileno.

Nacidas entre los '30 y el '50, estas mujeres que coparon las calles en la década militante de Angela Davis y de una Jane Fonda más entregada a la gimnasia del mitin que a la de los glúteos, transitaron la ruptura con toda la determinación de un despertar que cambió la vida de muchas, aun de las que no reconocían la adhesión a ningún movimiento.

En 16 años, desde el comienzo de la década del '70 hasta en 1986, en Latinoamérica se crearon cerca de 300 grupos de mujeres. Había que dar batalla contra leyes restrictivas, insuficientes, contra costumbres tan enraizadas que lo daban todo por hecho; contra la creencia, en fin, de que sexo es destino.

Fueron años en los fervores se volvían contagiosos, el mapa era una pantalla sobre la que se imprimían nuevas gestas, revulsivas al punto de llegar a inscribir en las agendas públicas aquellas cuestiones privadas de las que no se había hablado hasta entonces de la puerta para afuera.
Eso seria sitos y sitas.... esta cosa sigue, les advierto que tiene pa' rato, así hagase el amable y escriba su opinión sobre la mujer light