miércoles, mayo 21, 2008

La Superwoman (III Parte)

En los '80, la autoayuda, con su anclaje en la psicología express, nos reordenó la cabeza en otra dirección. Si algo andaba mal (ningún amor, demasiado amor, hijos conflictivos, jefes despóticos) las únicas responsables éramos las mujeres. ¿Por qué nos va como nos va? Este camino de autorreflexión se limitaba a detectar el error - ¿una condición natural de la mujer?- y corregirlo.
Corregirlo era aprender estrategias, trucos y secretos, apelar al poder de la voluntad y ver cómo se reacomodaba todo a nuestro alrededor. Si algo le pasaba el resto de las mujeres, y sólo allí estábamos hermanadas, era una falla, una suerte de defecto de fábrica que debía ser subsanado.
A nosotras, indica la autoayuda, nos corresponde curarnos de la adicción al amor, nos toca rehacer la vida amorosa junto a un hombre extraordinario (si no lo es, hay libros que explican cómo seguir la relación a pesar de ello), nos cabe el esfuerzo de mantener la pasión en un matrimonio de más de 10 años y convivir con hijos adolescentes y salir airosas.
A lo sumo: un inventario ("guía práctica", en la jerga de las revistas para mujeres) de yeites y tretas para sobrellevar la condición femenina, más o menos inmutable desde el tiempo de las bisabuelas, a la que se le han sumado los imperativos de la vida moderna: la carrera, el body building, la tarjeta de crédito, el orgasmo, tal vez un amante, un segundo o tercer matrimonio, el ácido glicólico. Como diría la filosofa española Celia Amorós, "que el oprimido se busque sus trucos".
Promediando la década, la soltería de las mujeres se convirtió, para los medios, en mujeres solas. Ni raritas ni modistas de santos. Un fenómeno sobre el que hablaron diarios y revistas hasta la fatiga y que prosiguió hasta los primeros años de los '90: las chicas cuya preocupación primordial era la carrera se mostraban poco interesadas en formalizar.
Las primeras moralejas sobre una opción que no incluía el tópico matrimonial no tardaron en llegar: el mundo público nos igualaba a tal punto que competíamos con varones en las estadísticas de enfermedad.
Un médico, James Lynch, autor del libro " El corazón roto: consecuencias médicas de la soledad", nos visitaba para contarnos:"las mujeres, al trocar su rol en la sociedad, caen en buena parte en los patrones de defensa, caen en buena parte en los patrones de defensa que marcan el comportamiento de los varones".
El precio que se paga por el progreso: el eslogan intentaba señalar que el camino correcto era el de progreso a casa. Soledad, cansancio, riesgo cardiovascular, de 4 personas que toman psicofármacos, 3 son mujeres. ¿Qué más? El estrés se volvía femenino. Las mujeres competíamos con los varones en las enfermedades tradicionales. Como una verdad sin mácula, se decretó una suerte de fracaso, un traspié al estilo de estar a metros de la cumbre y claudicar.
La pintura de un mundo hostil en el que nos habíamos impuestos pero donde no éramos del todo bienvenidas imprimió la pregunta clave que empezó a repicar en los medios ya bien entrados los '80: haber avanzado ¿nos ayudó o nos condenó? Responderla fue relativamente sencillo. El nuevo orden necesitaba mujeres adaptadas.
Y fabricó los cimientos de la mujer light.
Eso sería en esta oportunidad, estos textos estan dedicados a todas y cada una de las mujeres que a diario libran la batalla. Será hasta la próxima. Opinen con cariño y respeto.

3 comentarios:

K-tron dijo...

O sea...
De tanto avanzar, retrocedieron?

No se...

Tampoco creo en esos seudo "psico analistas" que le ponen nonbre a todas las cosas.


Sabe que más...
Me dio flojera seguir escribiendo.

Saludos!

Cris dijo...

qe feo lo de ktron...por lo menos yo o lei nada.. asi que no me dio flojera.


cariños

carlosmxax dijo...

prometo leer mas tarde
cuando tenga concentracion
ya que se me quedo perdida en algun lugar...

saludos