sábado, julio 15, 2006

Maldito Amor: Maldito Deseo!!!

Una mujer incentiva sexualmente a su pareja mediante un método que termina por matarlo. Desesperada por lo ocurrido, le corta el pene y se lo introduce a sí misma en un vano intento por perpetuar el goce. Mientras el hombre estaba vivo, sus órganos y los de la mujer formaban una máquina de deseo. Pero cuando el desacople ya no es posible, porque lo que producía placer permanece “pegado” a la piel y ausente de otra subjetividad, acontece el horror. Esto ocurre en una de las últimas escenas de la película japonesa El imperio de los sentidos, de Nagisa Oshima. La protagonista no encuentra ya placer en la “posesión” de ese órgano perennemente alojado en el suyo. Camina a la deriva, se pierde a sí misma, pierde la razón.

El deseo brutal, ese deseo en estado puro, porque se descodificó de lo aceptado socialmente, puede arrojarnos más allá de los límites de la razón. Pero también, en otras circunstancias, puede deslizarnos hacia líneas de fuga liberadoras.

Pero que pasa cuando deseamos de verdad, cuando añoramos ese encuentro, fantaseamos al respecto y este no llega, ¿somos víctimas de nuestros propios deseos? Si se trata realmente de liberación, las pulsiones deseantes forman máquinas que actúan desde una especie de dispositivo formal, aunque tenga contenido. Es formal porque puede disparar la posibilidad de múltiples sentidos. En definitiva de diferentes disposiciones deseantes. La boca y el pezón -dicen Gilles Deleuze y Félix Guattari, en El Anti-Edipo- constituyen una máquina deseante que se acopla y se desacopla, que se prende y se desprende dando así lugar a un dispositivo de alimentación-placer. Hay disfrute porque existe la posibilidad de conectarse y desconectarse. Una boca y un pezón acoplados indefinidamente no permitirían alimento ni placer. La cosificación del deseo es también su extinción. Estos mismos autores, en Mil mesetas, agregan nuevas categorías para pensar el devenir deseante.

El deseo sexual es un cóctel explosivo donde cuerpo y mente se retroalimentan sin descanso. Las encuestas revelan que en Chile las fantasías eróticas caldean las relaciones sexuales como ningún otro fuego. Entre los sentidos, el tacto es rey, seguido de cerca por la vista y a gran distancia del gusto, el olfato y el oído.

El deseo sexual encarna la expresión más íntima de la naturaleza animal que late en todo ser humano, pero también es una refinada emoción vinculada a la satisfacción de los sentidos y al placer que se espera obtener. Las fantasías, conscientes o inconscientes, son su preciado sustento. Ellas le suscitan, alimentan y orientan, con lo que el cuerpo y la mente se solapan a la hora de saciar los apetitos. La excitación sexual se define como una respuesta de activación fisiológica suscitada por el deseo en la que también interviene una proyección subjetiva de placer. La estimulación generada por el cuerpo, la imaginación o la combinación de ambos, da lugar a dos niveles de excitación que resulta difícil deslindar. Se distingue entre la excitación puramente fisiológica y la psicológica. La primera abarca todas las sensaciones físicas como la erección del pene o de los pezones femeninos. La excitación psicológica incluye fantasías, pensamientos e imágenes eróticas. Para que se produzca una respuesta sexual, el cerebro tiene que integrar los mensajes procedentes de la imaginación con las señales que transmite el cuerpo a través del sistema nervioso.
Imaginación al poder

El deseo es personal e intransferible, aunque también influyen en su configuración la cultura, la edad, el sexo, la personalidad y la situación en que se produce. Las fantasías son el estímulo erótico que más nos excita. El 71% de los Chilenos y el 48% de las chilenas echan mano de la imaginación a la hora de practicar el sexo, y en el 60% de los casos tiene como estrella al otro miembro de la pareja. Estas imágenes mentales mantienen e incrementan la excitación sexual y facilitan el orgasmo. Diversos estudios desvelan que los varones conciben sus fantasías con experiencias vividas y detalles anatómicos, mientras que las mujeres priman sentimientos y emociones. En general, se considera que el deseo del hombre suele ser más genital y el de la mujer más afectiva. Entre otras cosas porque las conductas afectivas eran tachadas de poco viriles y el territorio emocional ha sido coto privado de las mujeres.
Con los cinco sentidos

En consecuencia, la excitación masculina es muy visual, mientras que la femenina es capaz de erotizar un sentimiento o vínculo afectivo. Si la excitación y el placer se someten a una fantasía sexual recurrente y no muy común surgen las llamadas parafilias, tales como el fetichismo, el sadomasoquismo, la pedofilia... El erotismo es la sensualidad sugerida y velada a un tiempo, una experiencia excitante que como el deseo se nutre de ese cabalgar entre la promesa y el rechazo, la consecución y la espera. Los sentidos abren de par en par las puertas del cuerpo al reino del placer. Según una encuesta realizada , el tacto es el sentido estrella (44%), aunque erotiza más a las mujeres (45%) que a los hombres (43%). Le sigue la vista (31%), que excita más a los varones (36%) que a las féminas (26%). A continuación se sitúa el gusto (6%), sobre todo entre la población masculina (7%). El olfato se hace sitio en este ranking erótico con un tímido 3%, siendo más excitante entre las faldas (4%) que entre los pantalones (2%).
Tan sólo un 2% considera estimulante al sentido del oído, con preponderancia de ellas (3%) frente a ellos (1%). Más allá de las estadísticas, todos ellos invitan a conectar con la pareja a través del lenguaje corporal y sensitivo.

1 comentario:

Tomas dijo...

viendo tu blog uno aprende contigo sigue adelante no ma