sábado, julio 22, 2006

Mi experiencia en la cárcel.


No, no estuve interna en ningún centro penitenciario femenino ni en una hogar ni nada por el estilo, al menos no hasta ahora, pues los crímenes por los cuales se me acusa, no tiene sanción penal, sino mas bien moral o de otra índole.
Mi experiencia con la cárcel. En específico con el Centro Penitenciario Femenino de Rancagua, se debió principalmente a mi practica profesional hace algún tiempo atrás.
La verdad es que en la Universidad no me pedían ni siquiera la practica, pero en ese tiempo andaba obsesionada con el tema de la cárcel, el coa, en mundo del hampa en general. Así que patudamente me presente en la Dirección Regional de Gendarmería, pedí hablar con el encargado y literalmente me ofrecí para hacer mi practica, después de explicar mi motivaciones, me pidieron una serie de papeles que acreditaban que esta loca de patio, realmente fuese una estudiante de sociología, lista para egresar de tan distinguida carrera.
Así un día miércoles me presente en el C.P.F una ves hechas las presentaciones correspondientes con los “jefes” correspondientes me enviaron al área de clasificación donde se les hace la ficha a las internas y se lleva el control de todo, durante un mes leí cada informe de las condenadas de ese centro, que ascendían a 80, cada detalle del delito que habían cometido, también transite en compañía de las gendarmes por las instalaciones de dicha unidad, mirando, intercambiando una que otra palabra con las internas, más bien respondiendo sus dudas, que eran principalmente ¿Quién era yo? ¿Qué hacia? Y como mi trabajo de investigación les iba a ayudar?
Durante varias semanas trate de calmar mis ansias de entrar y conocer a estas mujeres, saber quienes eran y que me narraran con sus palabras el por qué estaban ahí. Pero no era tan fácil acceder a ella, no por barreras administrativas sino por ellas mismas, por que si bien me veían a menudo, yo representaba aquello que ellas anhelaban, la libertad.
Transcurridos los días me aventure y previa autorización de la Comandante, comencé a realizar mis entrevistas, tímidamente me acercaba a las internas a preguntar si querían ser entrevistadas, aunque al principio la entrevistada era yo. Pero de a poco accedieron las 79 condenadas, empecé con preguntas simples, como edad y esas cosas, pasando por los estudios y su vida en libertad, me hablaban de sus hijos, de sus anhelos y desesperanzas, algunas me mentían, otras lloraban.
Recuerdo que una vez salí de la sala donde realizaba las entrevistas realmente agotada, pues no es fácil, poner oído y objetividad a cada historia, y una chica me esperaba ella era la Paola, lejos la interna más problemática y temida de esta cárcel, sin ninguna delicadeza me pidió que la entrevistara por que estaba aburrida, ya había hecho sus labores y no tenia nada mas que hacer, mi cabeza en cualquier momento explotaba en pedazos del dolor, pero ella era quien precisamente la única que se había negado a ser entrevistada, así que no podía decirle que no. Me di media vuelta y volví a la experiencia más “hardcore” dentro de esta cárcel.
Paola o Monse como le llamaban cumplía una condena de 10 años, su delio, Robo con Violencia e intento de homicidio, su crimen, haber desfigurado el rostro de una joven ABC 1. Alcohólica y adicta a la pasta base, me narro como sobrevivió durante años viviendo bajo puentes y en casas abandonadas de la cuidad de Rancagua. Se ganaba la vida robando, no tenia grandes gastos, solo su pasta y su caja de vino gato, ese era el que más le gustaba. En el día y en la hora equivocada, le salio al paso a una joven estudiante, residente del barrio el glof de la cuidad, una niña rubia, ojos claros, con “pinta de cuica”, de esas a las que Monse odiaba por todo lo que representa y que ella jamás podrá tener, la asalto, pero no fue suficiente, sino que también la corto con sus navajas, esas mismas navajas que la acompañan donde quiera que vaya, incluso dentro de la cárcel. Por que Monse no solo se limito a contarme la historia y sus motivaciones, sino que también comenzó a ilustrarlo, por un momento pensé “cague”, hasta aquí no más llegue, pues por un par de minutos eternos vi, como la Monse pasaba sus fieles compañeros a escasos centímetros de mi cara, no contenta con esto la Monse se puso atrás mío, me pidió que no me moviera, que quería hacer algo, pensé “aquí esta hueona me degolla” pero no, ella solo quería darme un regalo, un collar de mostacilla, hecho por sus propias manos, me dio las gracias, dijo que lo había pasado bien y se fue, despidiéndose con un “Nos vemos Mamita”. Después de unos minutos recupere al aliento y salí de ahí con mi última entrevista.
Escuche de todo, cosas que erizaban los pelos a cualquiera, estas mujeres me narraron con detalle gran parte de su vida, de sus robos, de sus adicciones, incluso de cómo habían matado a su propio hijo. Con la distancia del tiempo, aun recuerdo cada una de sus historias, sus rostros, sus risas y sus llantos.
Cuando puedo las visito, paso horas con ellas, muchas de ellas están en el olvido, algunas arrepentidas, otras saben que volverán mas temprano que tarde a ser recluidas en el Centro Penitenciario Femenino de Rancagua.

1 comentario:

Acu dijo...

Tendrías que escribir un poco más. Podrías compartir alguna historia.